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Cómo alimentarnos según nuestra edad

Embarazo

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LA MUJER EMBARAZADA DEBE COMER POR DOS

Durante el embarazo, la mujer suele recibir informaciones de muy distintas fuentes que le aconsejan “lo que debe y lo que no debe hacer”, en especial, acerca de la alimentación que se supone que debe seguir. La famosa frase que dice que “la mujer embarazada tiene que comer por dos”, constituye un mito; ya que como veremos a continuación, no por tener que alimentar a dos, debe comer de forma exagerada.

Es cierto que a partir del final del primer trimestre de gestación se detecta un aumento de las necesidades nutritivas debidas al crecimiento del feto, que normalmente la mujer acostumbra a cubrir con un espontáneo aumento de la ingesta de alimentos. Los especialistas calculan que el aumento de necesidades energéticas se cifra en unas 350 calorías a partir del 4º mes, sobre la ingesta realizada habitualmente. Por lo tanto, queda claro que no se trata de doblar el consumo de alimentos, sino de que los alimentos que componen la dieta aporten al organismo la cantidad necesaria de nutrientes esenciales para la buena salud de la madre y el sano crecimiento y desarrollo del futuro bebé.

Como no hay un alimento que contenga todos los nutrientes, la alimentación deberá ser variada y equilibrada para que la sangre de la madre, que se comunica con la del embrión a través de la placenta, le aporte las proporciones necesarias de sustancias nutritivas.

UN ANTOJO NO SATISFECHO DE LA EMBARAZADA DEJA ALGUNA MARCA EN EL BEBÉ

Con frecuencia, la mujer embarazada experimenta cambios en sus preferencias alimentarias que se relacionan con variaciones de la apreciación y sensibilidad del gusto. La embarazada puede encontrar desagradable el sabor o el olor de algunos alimentos que le gustaban antes de la gestación. Por el contrario, puede experimentar una marcada apetencia por productos que no eran de su consumo habitual, lo que responde al término de “antojos”. Este fenómeno, no se debe en absoluto a alteraciones psicológicas, sino a alteraciones producidas por el trastorno hormonal que el embarazo representa. Estas aversiones o apetencias no tienen importancia si no alteran ni interfieren en la realización de una dieta variada y equilibrada. Es un mito creer que un antojo no satisfecho de la embarazada puede dejar alguna marca en el bebé.

ELIMINAR SISTEMÁTICAMENTE LA SAL

La sal está compuesta por dos minerales, el sodio y el cloro con indiscutibles funciones en la regulación de diversos procesos corporales. En concreto, el sodio regula el equilibrio del agua en el organismo, que constituye el 90% del peso total del feto y oscila entre el 50 y el 60 % del peso de la persona adulta.

El metabolismo del sodio se altera durante la gestación, lo que conduce a la aparición de edema (retención de líquidos) leve, principalmente en las extremidades a medida que avanza el embarazo, y se acentúa más en el tercer trimestre de la gestación. El edema de las extremidades inferiores que aparece en el embarazo es fisiológico (normal, no patológico) y no tiene relación con el sodio, sino que se debe en parte a la presión del útero en crecimiento sobre las venas que retornan el líquido desde las piernas. No debe confundirse con el edema generalizado y patológico que acompaña a la hipertensión inducida por el embarazo, que será diagnosticado y tratado por el médico.

En el pasado era común la restricción de sodio alimentario para las embarazadas con retención de líquidos; sin embargo, cuando ésta es moderada, se trata de una consecuencia normal del embarazo y no se debe tratar con dietas bajas en sodio. Se ha observado hiponatremia neonatal (sodio sanguíneo bajo) en recién nacidos de mujeres que restringen indebidamente el consumo de sodio antes del parto.

Por tanto, si bien la moderación en el consumo de sal y otros alimentos ricos en sodio es una recomendación apropiada para todas las etapas de la vida, la restricción radical no es conveniente durante el embarazo, salvo indicación médica expresa.

No obstante, para no excederse del consumo, recuerde:

• En la mesa, no agregue más sal a los alimentos si estos ya vienen cocinados con sal.

• Utilice saleros con agujeros pequeños.

• No sirva a menudo salazones, conservas y embutidos.

• No olvide que el ketchup, la mostaza y otras salsas comerciales ya contienen sal en su composición.

CONTINUAR CON HÁBITOS NOCIVOS: ALCOHOL, FÁRMACOS Y TABACO

Corregir ciertos hábitos antes de quedar embarazada es lo más beneficioso para el bebé y para la futura madre. Pero muchos embarazos se producen sin haber sido planeados. Cuando esto sucede, es importante comenzar tan pronto como sea posible a recibir cuidados prenatales y a modificar los comportamientos potencialmente dañinos.

Se sabe que el alcohol afecta la absorción, metabolismo y excreción de varios nutrientes, particularmente zinc, magnesio, hierro y cobre, por lo que su consumo puede afectar los niveles de estos elementos durante este periodo. También se conoce que el consumo de alcohol desde las primeras etapas del embarazo puede dar lugar al nacimiento de niños con el “síndrome fetal por alcohol”, caracterizado por malformaciones faciales y de los miembros, retardo físico y deficiencia mental. Dado que no está establecido el límite de alcohol permisible en el embarazo, la recomendación es evitarlo lo más posible y, mejor aún, anular su consumo durante la gestación.

Así mismo, el consumo de fármacos durante la gestación puede tener efectos adversos sobre el feto, ya que la mayoría atraviesa la barrera placentaria por lo cual la embarazada debe consumirlos exclusivamente bajo prescripción facultativa.

Por su parte, consumir tabaco en los meses de embarazo duplica el riesgo de tener un embarazo ectópico (alejado de su posición fisiológica) y se relaciona con el nacimiento de neonatos de bajo peso, siendo por tanto aconsejable evitarlo al máximo y preferentemente no fumar. Igualmente, el humo de cigarro perjudica al bebé en gestación, aunque no sea la madre la fumadora.