Cómo alimentarnos según nuestra edad
Lactante: primer año de vida
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AÑADIR SAL A LAS PREPARACIONES DE ALIMENTOS
El bebé tiene unas necesidades de sodio inferiores a las de las personas adultas. No es preciso añadir sal, ya que el bebé satisface las necesidades de dicho mineral a través del sodio que contienen los alimentos de forma natural. Por otro lado, el niño se acostumbra a aceptar los platos con este grado de palatabilidad bajo en sal, disminuyendo consecuentemente la ingesta de la misma a lo largo de la vida.
Una correcta educación del paladar desde la infancia, potenciando el gusto propio de los alimentos, evitaría los dificultosos cambios de hábitos a los que se ven obligados quienes precisan reducir la cantidad de sal en su dieta diaria.
ABUSAR DEL AZÚCAR
Habituemos al niño a comer productos lácteos y compotas en su estado natural, sin adición de edulcorantes. La introducción frecuente de sacarosa (azúcar común) comienza a habituar al niño a los alimentos de sabor dulce, siendo este azúcar uno de los agentes responsables del desarrollo de caries dental, además del peligro de desequilibrio nutritivo que comporta la frecuencia de ingesta de alimentos edulcorados, que desplazan a otros más nutritivos.
Es muy común que lactantes y niños que reciben agua azucarada o jugos de fruta a la hora de acostarse desarrollen un tipo de caries dental que afecta a los dientes anteriores superiores y, a veces, posteriores inferiores.
NO DAR AGUA AL NIÑO CON FRECUENCIA
El lactante presenta muy elevados requerimientos de agua por kilogramo de peso corporal, debido a que el espesor cutáneo es menor, con lo cual son mayores las pérdidas por transpiración. El bebé no ha desarrollado totalmente la capacidad de producir orina concentrada, por lo que necesita más cantidad de agua para disolver las sustancias que se eliminan por orina que en el caso del adulto.
El agua que necesita el lactante procede de la que contiene la leche materna o el biberón. Sin embargo, cuando se dan otras circunstancias como elevada temperatura ambiental, exceso de calefacción, fiebre, diarrea, si la comida está muy espesa, etc.; hay que suministrar agua como tal, para no correr riesgo de deshidratación. Acostumbre al niño a beber agua sola, sin azúcar, o zumo de fruta sin azucarar.